viernes, agosto 08, 2008

Regreso a Narnia

 C.S. Lewis y Narnia (2)

El Príncipe Caspian no es el título que C. S. Lewis quiso darle a su obra, ya que fue su editor el que insistió en llamar así la segunda novela de Crónicas de Narnia; es de hecho el único libro que lleva subtitulo de toda la serie: Regreso a Narnia. Él decía que los protagonistas de esta historia eran los niños, Atraídos a Narnia, como tituló el manuscrito que al principio llamó Un cuerno en Narnia. En una carta a una niña, C. S. Lewis dice en 1961 que El Príncipe Caspian (1951) trata sobre la necesidad de “restauración de la religión verdadera, tras su corrupción”. ¿Cuántos de los espectadores de la película, que ahora se proyecta en los cines de todo el mundo, llegarían a esa conclusión?



Cuando uno lee frases como ésta de Lewis, uno tiene la tentación de hacer una lectura alegórica de toda su obra. Lo cierto es que aunque hay elementos cristianos en el mundo de Narnia, no fue esa su intención al principio, ni siquiera al escribir El león, la bruja y el armario (1950), con la historia de Aslan, su muerte sacrificial y posterior resurrección. Aunque como escribe a esa niña llamada Anne Walker Jenkins, “toda la historia de Narnia es sobre Cristo”, sus relatos no pretenden responder más que a una cuestión hipotética: Supongamos que hubiera un mundo como Narnia, que hubiera ido mal y necesitara redención, ¿cómo entraría Cristo en la historia para salvarlo?

“Una estricta alegoría es como un puzzle, que tiene una solución; un gran romance (una fantasía o un mito) es como una flor, cuyo olor nos recuerda algo que no podemos fácilmente situar”, dice Lewis en una de esas Cartas a los lectores de Narnia (publicadas en Madrid por Ediciones Encuentro en 1996). Es en ese sentido de evocación que tenemos que ver la lucha entre las fuerzas del bien (que en esta historia llama la Antigua Narnia) contra el poder del mal que domina esta tierra, intentando borrar toda memoria de la presencia de Aslan. Este es el tema general de las Crónicas de Narnia, que en el caso de El Príncipe Caspian, gira particularmente en torno al problema mismo de la fe: La capacidad de ver, o no, a Aslan.



¿ES LEWIS EL PRÍNCIPE CASPIAN?
A pesar de sus evidentes pretensiones de fidelidad a la novela, la película de Adamson cuenta la historia de Caspian de forma diferente a la que encontramos en el libro. Los hechos están ahí, pero presentados de otra manera. En vez de comenzar en Inglaterra, con los cuatro niños esperando a ir al colegio en una estación de tren (uno de los más claros homenajes de
Rowling a su admirado mundo de Narnia, en la serie de Harry Potter), la película nos presenta el nacimiento de un niño. Caspian es despertado en medio de la noche por su tutor, el doctor Cornelius (que sucede a su aya en el libro, que le cuenta historias de la antigua Narnia, en un personaje inspirado por la institutriz que tuvieron los Lewis en Irlanda, Lizzie Endicott). Es así cómo salva su vida, haciéndole escapar de su tío, Lord Miraz (muy bien interpretado por Sergio Castellitto), que pretende ahora apoderarse del trono por medio de su hijo, que ha quedado vacante tras la muerte del padre de Caspian (huérfano como Lewis, desde que era niño).

Semejantes coincidencias con la vida de Lewis, han llevado a muchos a pensar que es un personaje con el que se identifica especialmente el autor. Esa es la idea de especialistas como Alan Jacobs (The Narnian) o Devin Brown (Inside Prince Caspian), que relacionan la descripción de Caspian con ese “niño grande” que era Lewis, siempre dispuesto al encantamiento que le proporcionan una historias que le llenan de un gozo inefable. El Doctor Cornelius sería en ese caso el tutor de Lewis, William Kirkpatrick, que le introdujo en el camino del estudio y el conocimiento, tras su desastrosa experiencia escolar en un colegio que aborreció hasta lo sumo. El problema es que no se parecen en nada físicamente. Cornelius es medio enano, mientras que Kirkpatrick era particularmente alto, pero los dos parecen tener una extraordinaria influencia...

Lo que no hay duda es que tanto Caspian como Lewis, deseaban otro mundo. Ese ansía cambió toda su vida. Así cómo Caspian descubrió que “todo lo que le habían dicho sobre la antigua Narnia es verdad”, Lewis se sorprendió de escuchar a Tolkien y su amigo Hugo Dyson, que la historia de Cristo no era otro mito más. Hasta entonces Lewis pensaba en su ateismo, que el cristianismo no era más que una mitología como cualquier otra. Pero el autor de El Señor de los Anillos le muestra que “el mito se hizo un hecho”, cuando Dios se hizo hombre “en una fecha concreta, en un lugar en particular, y con unas consecuencias históricas muy definidas”. Lewis se convirtió en “el más reticente converso al cristianismo”, que pudiéramos imaginar. Pero desde entonces se volvió un apóstol para los ateos…

¿VER PARA CREER?
Mientras Caspian huye en su caballo por la noche, en Inglaterra los Pevensie se sienten misteriosamente atraídos a volver a Narnia, un año después que la dejaron. Ya no son los adultos reyes y reinas de ese mundo mágico, sino niños que tienen que enfrentarse a los problemas de cualquier chico de su edad. La película se inventa por eso una pelea de Peter y Edmund, mientras Susan escapa de un chico que le persigue. Todo en un metro de Londres que sufre los bombardeos nazis durante la segunda guerra mundial, mientras en el libro, están en una “aburrida y vacía estación de campo”...



En Narnia todo parece haber cambiado, empezando por el tiempo que cuenta de otra
manera. Un año aquí es como mil años allí. De su castillo no quedan ya más que ruinas. Todo resulta triste y desolado. Una nueva raza domina Narnia: los telmarinos. Son seres humanos que niegan la existencia de los minotauros, los centauros y todos esos seres fantásticos de la antigua Narnia, donde los animales hablaban y los árboles bailaban. Todo eso son “cuentos de hadas”, para ellos. Así lo enseñan en las escuelas que aparecen en el libro. El mundo secular está más lejos de Dios -para Lewis-, que el mundo pagano. Por eso en la novela el dios Baco baila con Aslán. Algo que resulta incomprensible, para muchos cristianos que aprecian el mundo de Narnia.

El mundo de Caspian es en ese sentido más parecido al mundo moderno, que a la antigua Narnia, que rechaza por sus mitos y creencia en la magia. Aslan es algo tan lejanos para los telmarinos, como Dios para la sociedad moderna. Lo interesante es que esa incredulidad afecta a los niños mismos, que se sienten ahora tentados a enfrentarse a sus problemas, como si Aslan no existiera. Sólo Lucy cree ver al León, pero los demás no. Aunque ella le recuerda constantemente a Peter que tienen que buscar a Aslan, él le contesta: “No voy a saltar de una cima tras alguien que no existe”. Aslan parece misteriosamente ausente, no sólo en la película, sino en la historia original, que trata precisamente de eso: La dificultad de creer en Aquel que no podemos ver.

¿CREER PARA VER?
Si El león, la bruja y el armario es la historia de lo que Cristo hizo por nosotros a través de su sacrificio, hace mucho tiempo; El Príncipe Caspian trata de la percepción de la existencia de Dios en nuestra vida actual, en un mundo como el nuestro. Si, el sacrificio de Cristo nos puede haber salvado de la esclavitud eterna del poder de Satanás (la bruja blanca), pero eso no significa ahora que nuestra vida esté libre de problemas y tentaciones. Todo es tan complicado que a veces parece que nuestro mundo carece de toda “la magia” o luz, que asociamos con Aslan. Es como si Dios no existiera…

¿Cómo vivir en este mundo oscuro y caído, cuando no podemos ver a Aquel que nos salva?, ¿dónde encontrar ayuda, cuando nos sentimos amenazados y perdidos, en un mundo sin esperanza? El autor del Salmo 121 levanta sus ojos a los montes y se pregunta si vendrá de allí su socorro. Hasta que descubre que su ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. ¿Hay de verdad un Dios, al que le importa nuestra vida, que está ahí dispuesto a ayudarnos? Tal vez como dice Lucy, no tiene que ser Él quien demuestre que está ahí, si no que somos nosotros los que somos puestos a prueba…

Eso dice Pedro en su primera carta cuando habla de cómo los cristianos “tuvieron que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba su fe, sea mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego”. Esta es nuestra realidad hasta que “sea manifestado Jesucristo” (1:6-7). ¡Todo entonces será diferente! Ya que “nada ocurre dos veces de la misma manera”, dice Aslan a Lucy. Lo “creemos, aunque ahora no le veamos”. Y hasta “nos alegramos con gozo inefable y glorioso” (v. 8).

Porque lo mejor ¡está todavía por venir!

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