martes, febrero 27, 2007

La tumba olvidada de Jesús

Cameron, director de «Titanic», realiza un documental para demostrar que Jesús no resucitó

NUEVA YORK, 27/02/2007 (Agencias/ACPress.net)
En los últimos años el género del documental se ha venido utilizando para conseguir objetivos de lo más variado y ahora el cineasta James Cameron pretende junto con otros cineastas un documental que pruebe que Jesucristo no resucitó, y que se casó con María Magdalena. Su título sería "The Lost Tomb of Jesus" (La Última Tumba de Jesús).


El documental partiría del hallazgo que hace más de 27 años realizaron unos trabajadores en una construcción situada en la zona de Talpiyot, un suburbio de Jerusalén.

Según una información publicada en el diario israelí 'Yediot Ahronot', parece ser que allí encontraron una cueva de más de 2.000 años de antigüedad con diez tumbas entre las que estarían las de un Jesús (¿de Nazaret?), su madre María, María Magdalena y un posible hijo de Jesús.

Junto a Cameron trabaja el cineasta israelí de origen canadiense Simcha Jacobovici, y las tesis que ambos exponen en el documental se basan en años de investigación por renombrados arqueólogos, estadísticos, expertos en documentos históricos y especialistas en material genético.

El documental será emitido en todo el mundo por Discovery Channel y puede dejar en un simple juego el revuelo que National Geographic levantó con 'El Evangelio de Judas'.

Basta con saber algunas de sus conclusiones: "Jesús mantuvo una relación sentimental con María Magdalena, tuvo un hijo con ella llamado Judah y los tres fueron enterrados en unas tumbas encontradas, las unas junto a las otras, en Jerusalén hace 27 años". Eso -al menos- es lo que asegura el documental "The Lost Tomb of Jesus" (La última tumba de Jesús), que es el título dado al documental por el "oscarizado" James Cameron.

Sin embargo, arqueólogos expertos sostienen que las tumbas pertenecerían a una familia judía con nombres muy similares a la de Jesús, nombres muy comunes, por cierto, en aquella época, según el arqueólogo israelí Amos Kloner. "No acepto esta teoría", ha señalado Kloner a la BBC. "Lo que buscan es hacer dinero", ha añadido.

ARGUMENTOS EN CONTRA
El profesor Amos Kloner, de la Universidad Bar-Ilan y arqueólogo oficial del Distrito de Jerusalén, que supervisó las excavaciones de la misma tumba en 1980, y es autor de numerosas obras sobre los descubrimientos, señaló que las afirmaciones del documental "son sólo una farsa publicitaria, un excelente material para una película de televisión, pero un total sin sentido, algo absolutamente imposible".

Amos, que descubrió la tumba en 1980 y la reveló al mundo, criticó duramente al Discovery Channel por utilizar una "estrategia de marketing". "La afirmación de que la tumba (de Jesús) ha sido encontrada no está basada en ninguna prueba y es solo una maniobra para vender", Kloner agregó.

El arqueólogo israelí recordó que 11 años atrás, la BBC de Londres ya había producido un documental similar con el mismo argumento; y señaló que la nueva producción de Discovery era meramente un renovado intento de crear controversia en el mundo cristiano con el fin de obtener mayores ganancias.

"Refuto todas sus afirmaciones y esfuerzos por llamar la atención sobre los descubrimientos. Con todo respeto, no son arqueólogos", dijo Kloner.

Kloner explicó que los nombres inscritos en las tumbas eran muy comunes en la era del Segundo templo, y por tanto, son absolutamente insuficientes como argumentos para concluir que esa era la tumba de Jesús y de su familia. Explicó además que la inscripción "Jesús hijo de José" ha sido encontrada en muchas otras tumbas en Jerusalén.

"Es muy poco probable que Jesús y sus parientes tuvieran una tumba familiar", explicó Kloner. "Ellos eran una familia de Galilea sin vínculos en Jerusalén. La tumba de Talpiot perteneció en cambio a una familia de clase media del primer siglo de nuestra era".

domingo, febrero 18, 2007

México: herencia liberal protestante

Carlos Martínez García es sociólogo, escritor, e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano

En su libro más reciente Carlos Monsiváis nos revela y/o recuerda cuánto nos han legado los liberales mexicanos que en el siglo XIX confrontaron a los poderes político, económico, religioso y cultural que dominaban en nuestro país. El volumen (La herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX, Editorial Debate) muestra a la vez erudición y pertinencia para los tiempos que vivimos bajo la segunda presidencia de la República en manos de un representante del conservador y pro católico Partido Acción Nacional.

La primera edición del libro circuló restringidamente, ya que fue publicada en el año dos mil por el Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América Latina, y sus principales receptores fueron maestros normalistas. La nueva edición es más amplia, además de revisada y corregida por el autor, y tiene asegurada una mayor difusión entre un público lector más amplio que el representado por los profesore(a)s de primaria y secundaria que se beneficiaron con este volumen integrante de la colección Diez para los maestros.

Con respecto al título de su obra, Monsiváis explica la razón del mismo: “¿Por qué herencias ocultas? Porque, entre las razones de la modernidad, tan olvidadiza, del analfabetismo funcional, tan ubicuo, y de la inaccesibilidad de libros y colaboraciones periodísticas de otra época, ha quedado en las sombras demasiado de los fundamental de grandes escritores mexicanos del siglo XIX”. Fueron escritores muy comprometidos y activistas políticos que, para el interés de los protestantes mexicanos de hoy, contribuyeron heroicamente para romper el control ideológico de la Iglesia católica y con ello abonaron el terreno para la emergencia y fortalecimiento de un protestantismo nacional.

Las batallas culturales de Benito Juárez, Juan Bautista Morales, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano y Vicente Riva Palacio, son recreadas magistralmente por Monsiváis, y al hacerlo nos deja en claro que esa generación deslumbrante tuvo entereza para dar una lid que transformó a la nación mexicana. Todos ellos fueron brillantes escritores y políticos, intelectuales públicos que redoblaron sus esfuerzos para debatir en todos los campos con los representantes del conservadurismo que anhelaba mantener a México en la época de la Colonia. Lo mismo eran lectores voraces, que enjundiosos y prolíficos escritores; pero también decididos militantes de las fuerzas liberales, representantes populares y funcionarios públicos ejemplares (fieramente honrados). Al evocarlos, y recordarnos su vigencia, Carlos Monsiváis recupera momentos de nuestra historia que son memoria viva, a la cual hoy tenemos acceso gracias al rescate editorial que distintos investigadores han hecho de las obras completas de Prieto, Ramírez Altamirano y Francisco Zarco, entre otros.

Esta obra de Carlos Monsiváis es, a la vez, tanto una exposición vital del pensamiento y la gesta de los liberales sobre los que hace crónicas históricas, como una descripción minuciosa de los alcances del conservadurismo que afanosamente buscaba la perpetuación del oscurantismo en la nación mexicana. Me parece que por esta razón, además de elaborar un perfil intelectual de cada personaje analizado, Monsiváis consideró en esta reciente edición agregar un nuevo capítulo (“El Estado y la Iglesia”) en el cual rememora la enconada oposición eclesiástica a la Constitución liberal de 1857 y, pero por supuesto, a las Leyes de Reforma juaristas que rompieron el predominio político y económico que tuvo la Iglesia católica durante casi tres siglos y medio en nuestro país.

Con ese tipo de afirmaciones que le caracterizan, y que son conclusiones cuya base histórica y argumentativa son irrebatibles por los conservadores decimonónicos y sus herederos en el siglo XXI, Monsiváis señala certero que “De manera inexorable, el siglo XIX mexicano es en buena medida la batalla campal entre intolerancia y tolerancia, lo que involucra a los propios clérigos”. O para decirlo con una cita de Ignacio Manuel Altamirano, “O somos liberales, o somos liberticidas”, que el autor de Nuevo catecismo para indios remisos reproduce para mostrarnos la radicalidad de los hombres que se levantaron incansablemente contra el poder clerical.

En el siglo XIX mexicano la aspiración a continuar con el control exclusivo de las conciencias de los ciudadanos, hace que la jerarquía católica sea férrea opositora a la libertad de conciencia, de imprenta y de cultos. Pero la cautividad de la ciudadanía era confesional y también tenía repercusiones políticas, económicas y civiles. Quienes confrontan el poder colonial de la Iglesia católica, nos recuerda Monsiváis, “Son anticlericales, aseguran, por su apego al cristianismo primitivo, y fuera de Ramírez los demás se declaran creyentes, y con gran frecuencia guadalupanos, y su laicidad radica en la separación de poderes: al César lo que es del Estado, y a Dios lo que es de la Iglesia”. Pero como sólo se podía creer en el modo decretado por la jerarquía católica, ésta trata igual que a herejes a los liberales que a la manera de Ignacio Manuel Altamirano (La Navidad en las montañas, 1871) imaginaban una forma de ser cristiano muy distinta a la del control de la cúpula clerical.

Por cierto que Altamirano defendió a los creyentes evangélicos encarcelados en la primavera de 1870, por la convergencia de una intolerancia clerical y el apoyo de un poder político local. El Domingo de Ramos de aquel año, la creciente comunidad evangélica, mayormente indígena, de Chimalhuacán (en el Estado de México y distante a unos 20 kilómetros del centro de la capital mexicana) celebraba un culto que incluía bautizos. Las cerca de cien personas vieron interrumpida su celebración por la llegada de un grupo armado encabezado por el cura Villagelín, de origen andaluz. Más de cuarenta adultos fueron encarcelados tres meses por desafiar la hegemonía religiosa católica. Durante su cautiverio los protestantes continuaron celebrando cultos. Varias voces se alzaron para defender a los indígenas, entre ellas la de Ignacio Manuel Altamirano, quien escribió a favor de la causa de los evangélicos en el periódico El Siglo XIX, publicación muy crítica de lo que llamaba el oscurantismo católico.

Sin saberlo del todo, sin estar conscientes de sus orígenes y posteriores desarrollos, somos herederos de batallas culturales que sembraron entre nosotros la noción, y práctica, de libertades y derechos que solamente los añorantes comprometidos con una visión conservadora, es decir estrechamente identificada con los postulados de la doctrina social católica, quisieran ver abolidos o fuertemente acotados. Las herencias allí están y hay que refrendarlas para cerrar el paso a los intolerantes de hoy. Para conocer esos legados, su dolorosa gestación, la obra de Carlos Monsiváis es imprescindible y de arrebatadora lectura.

Carlos Martínez García es sociólogo, escritor, e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.


© C. M. García, ProtestanteDigital.com (España, 2007)