lunes, julio 09, 2007

¿El Final del Espíritu?


Este fin de semana se estrena en España la película El final de la lanza, absurdamente titulada en castellano El Final del Espíritu, por la conocida manía de cambiar siempre los títulos, o dejarlos de vez en cuando en inglés, según el capricho de los distribuidores, en este caso Karma, una pequeña empresa que se dio a conocer con la película Lutero y parece haberse especializado en el marketing religioso, una rama de creciente auge en Estados Unidos. La historia es conocida en el mundo evangélico, aunque ha sido olvidada ya por el gran público, que la descubrió por un famoso reportaje de la revista Life y un relato resumido por el Reader´s Digest. Se trata de la impresionante historia de cómo cinco misioneros protestantes norteamericanos fueron brutalmente muertos por los indios waodoni (antes conocidos como aucas) en 1956 en la selva amazónica del Ecuador y cómo sus familias se reconciliaron con sus asesinos por el poder del Evangelio.

Algunas películas se basan en sus grandes presupuestos, efectos especiales y actores famosos. Otras, sin embargo se levantan con un fondo modesto (ésta está producida por la discreta iniciativa de Every Tribe Entertainment), limitaciones técnicas (algunas tomas aéreas de Panamá son particularmente hermosas, pero el guión y el montaje en general, dejan bastante que desear), así como actores poco conocidos (aunque el controvertido Chad Allen, que interpreta tanto a Nate como Steve Saint, es un popular personaje de la televisión norteamericana, además de un conocido militante gay, que ha sido portada tres veces de la revista homosexual más conocida en Estados Unidos, The Advocate, y protagonista de una obra, Corpus Christi, que presenta un Jesús que mantiene una relación homo-erótica con sus discípulos).

Eso significa también, que a pesar de la publicidad que recibamos en nuestras iglesias, ésta no es “una película evangélica”, aunque su director, Jim Hanon, es un sincero creyente, que busca mostrar el efecto del Evangelio, pero no menciona siquiera el nombre de Jesucristo más que como “Waengongi (el Dios Creador), que manda a su Hijo a la tierra, siendo atravesado por una lanza, sin defenderse con una lanza, para que aquellos que le traspasaron, puedan aprender a vivir bien”... Para algunos cristianos, todo esto les resultará decepcionante, pero tenemos que darnos cuenta que una película no es un sermón. Cuando hablamos de la utilización que podemos hacer de un film como éste, tenemos que entender más bien que no es más que un medio para empezar a hablar del Evangelio, no un sustituto de la predicación. Estamos en el terreno de lo que algunos han llamado pre-evangelismo.

¿UNA PELÍCULA EVANGÉLICA?
Alguno se preguntará sin embargo cómo podemos aceptar los cristianos que un activista homosexual interprete a un misionero como Saint, cuya idea de santidad excluía una conducta que condena la Ley de Dios. Este es el problema en definitiva de la representación, la razón por la que muchos Padres de la Iglesia, se opusieron al teatro y la actuación. Yo compararía en ese sentido más bien, a El Final del Espíritu con una película como Carros de Fuego, que no es un film específicamente cristiano (si es que eso existe), sino que algunos de sus personajes representan a cristianos, que fueron además misioneros, muriendo finalmente a causa de su fe.




El Final del Espíritu trata tan un tema tan poco actual y políticamente incorrecto, como la misión entre los pueblos indígenas, algo tan incomprensible para el espectador actual, como negarse a correr en Domingo, por ser el Día del Señor. Y sin embargo, ambas historias son reales…La de Carros de Fuego, la descubrió el productor David Puttnam, cuando estaba en convalecencia, hojeando un libro sobre anécdotas de las Olimpiadas. La de El Final del Espíritu, cuando el empresario Matt Green escuchó a Steve Saint y el indio Mincaye hablar en una conferencia en 1999. Si el protagonista de El Final del Espíritu es un militante gay, el guionista de Carros de Fuego es un agnóstico (Colin Welland), el dinero es de un magnate musulmán egipcio (Dodi Fayed) y sus protagonistas son dos reconocidos homosexuales (Ian Charleston y Sir John Gielguld). Y sin embargo ¡pocas películas han reflejado tan bien la fe cristiana!...

EL PODER DEL PERDÓN
Es así cómo debemos ver El Final del Espíritu, no como un producto de nuestra sub-cultura evangélica, sino como un ejemplo de la evidente presencia de la fe en un mundo, donde el Evangelio se extiende, a costa de la sangre de mártires como Saint y el sacrificio de hombres como Liddell, capaz de entregar una vida “que no se puede guardar, para ganar lo que no se puede perder”, según las conocidas palabras de uno de aquellos misioneros, Jim Elliott….

La historia de estos cinco misioneros martirizados, contada en tantos libros evangélicos, es ahora llevada al mundo, como testimonio de cómo la soberanía de Dios es capaz de convertir una tragedia en una poderosa arma de salvación y reconciliación. El milagro del perdón que reúne al hijo de Saint con Mincaye, el asesino de su padre, que acaba adoptándole, es causa de asombro, no sólo para el creyente, sino para todo un mundo que nos observa y asiste asombrado a una historia, que le resulta en el fondo increíble. Esa es la mayor barrera de una película como ésta: La gente no se acaba de creer cómo esto ha podido ser posible…

Si esto nos parece increíble, ¡qué diríamos de un Dios que ha mandado a su Hijo, para ser traspasado y darnos así el perdón! Si lo creemos, ¿estamos nosotros dispuestos a sacrificar nuestra vida como aquellos hombres, por causa del Evangelio?, ¿seríamos capaces de perdonar así a nuestros enemigos? Esas son las preguntas que nos deja una historia, que nos muestra que la verdad, resulta a veces más increíble que la ficción…

MULTIMEDIA
Puede escuchar una entrevista de ESperanza Suárez a José de Segovia titulada: «El final del Espíritu», el film que narra la conversión de los Aucas al Evangelio (audio, 6 Mb)

José de Segovia Barrón es periodista, teólogo y pastor en Madrid