martes, agosto 28, 2007

El peregrinaje de U2

El peregrinaje de U2


Era el primer partido de la NBA el año 2001 en Los Ángeles, cuando anunciaron de repente que U2 actuaría en el intermedio desde Boston. Las cámaras conectaron en ese momento y descubrieron a su cantante Bono, de rodillas orando, mientras comenzaba a recitar las palabras del Salmo 116 ante la televisión nacional: ¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho. Tal expresión de adoración no deja de sorprender en un músico de rock, que es especialmente conocido por su lectura de la Biblia, pero también por la agresividad y el lenguaje obsceno de muchas de sus declaraciones. La editorial argentina Arson acaba de publicar en castellano un libro (distribuido en España por CLC) sobre El peregrinaje espiritual de U2, escritor por un pastor presbiteriano de Belfast, Steve Stockman, capellán de la Universidad de Queen y presentador de un programa de la BBC sobre la espiritualidad en la música popular contemporánea.

Hijo de un católico y una protestante, el cantante de U2 se crió yendo con su madre y su hermano a una pequeña capilla de la Iglesia de Irlanda (miembro de la Comunión Anglicana), mientras su padre iba a misa. Al recordar esos días en su prólogo a los Salmos de la llamada Biblia laica, Bono confiesa que no sólo le fascinaban las vidrieras de aquella iglesia o la hija del pastor, sino las palabras del Salterio y la música del Salmo 23, según la conocida melodía protestante que venía de la Reforma en Escocia. ¡Es obvio que alguien con esa educación jamás podía ser un buen nacionalista republicano! Ya que la fe que refleja U2 no tiene que ver en realidad con ninguno de los dos bandos en los que está dividida la religión organizada en Irlanda.

“Tengo éste hambre en mí”, dice Bono. “Por todas partes veo la evidencia de un Creador, pero no lo veo como la religión, que ha cortado mi pueblo en dos”. De hecho, “no veo a Jesucristo como parte de una religión”, dice el cantante de U2. “La religión para mí, es casi lo que hay cuando Dios ya no está y la gente inventa una serie de reglas para cubrir ese vacío”.

Bono solía visitar mucho entonces a unos vecinos que eran de una Asamblea de Hermanos, los Rowans. Su hijo era uno de sus mejores amigos, junto a Gavin Friday. Los dos serían luego parte de un grupo punk de vanguardia llamado Virgin Prunes. El hermano pequeño de Rowan ha llegado a ser también conocido en todo el mundo por ser el niño que aparece en la portada de dos de los primeros discos de U2, Boy y War. Bono solía ir a estudios bíblicos y reuniones de avivamiento con esa familia de Hermanos, a la vez que iba a la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA).




¿POR QUÉ EL DIABLO HA DE TENER TODA LA BUENA MÚSICA?
U2 nace en un colegio de Dublín llamado Mount Temple. Era la única escuela no confesional en un país completamente dominado por el catolicismo-romano. Algunos profesores sin embargo eran cristianos. Una de ellas, dice Bono, “realmente nos mostró lo que Dios puede hacer en la vida de una persona”. Más de cien alumnos se reunían para orar cada mañana y a la hora de comer. Otro profesor creyente llegó a ser luego pastor de la Iglesia de Irlanda y haría la boda de Bono en 1982 con una de sus compañeras, Alison Stewart, con la que está todavía casado.

El guitarrista del grupo es un inglés conocido por el apodo de The Edge. Se interesó por el cristianismo a raíz de un curioso episodio en un McDonalds, en el que un Hare Krishna empezó a ridiculizar a un hombre que estaba leyendo una Biblia. Es así cómo empezó a asistir junto al batería, Larry Mullen, a las reuniones de la comunidad cristiana evangélica carismática Shalom, donde Bono iba ya a estudios bíblicos y encuentros de oración. Los dos llegaron pronto a la fe por su testimonio. El bajista del grupo sin embargo, Adam Clayton, nunca se ha declarado como creyente.

Su segundo disco, October (1981) fue recibido como “un LP cristiano” por la principal revista musical irlandesa, Hot Press. Títulos como Gloria y Rejoice son verdaderos cánticos de alabanza, que Tomorrow o With A Shout (Jerusalem) dirige a la cruz de Cristo. Hasta entonces eran muy pocos los artistas en el mundo del rock que declaraban su fe cristiana. Sólo Cliff Richard, el equivalente británico a Elvis Presley, era conocido por ser evangélico desde los años sesenta. Aunque Bob Dylan había anunciado su conversión dos años antes, con su álbum Show Train Coming, aunque para muchos esto no era más que el clavo que faltaba ya para cerrar su ataúd…

Su presencia en el festival cristiano de Greenbelt el año 81 sirvió en ese sentido no sólo para confirmar su fe, sino para mostrar su identificación con la filosofía de este encuentro conocido por su separación del arte de toda forma de evangelización. U2 por eso realmente nunca ha querido utilizar su música como un medio para propagar su fe. Esto creó finalmente una serie de tensiones en la comunidad de Shalom, cuando uno de los miembros de este grupo carismático en el norte de Dublín dijo que había tenido una profecía, por la que Dios les decía que disolvieran la banda. Bono, Larry y The Edge tenían apenas veinte años, por lo que no sabían muy bien que pensar al respecto.




¿UN CRISTIANISMO SIN IGLESIA?
La dirección de muchas comunidades carismáticas empezó a tomar una forma cada vez más estricta y controladora a partir de los años ochenta. En muchos de estos grupos, el pastor dice todavía hoy a los miembros todo lo que tienen que hacer, por lo que no pueden tomar ninguna decisión personal sin consultarle antes a él. Algunas de estas iglesias en casas tienen incluso un sistema por el cual cada persona ha de dar cuentas a otra de todo lo que hace. Esto ha favorecido un clima enormemente autoritario, que ha pasado para muchos de ser un ámbito de libertad, para convertirse en una atmósfera tan opresiva, que parece más propio de una secta que una iglesia.

Esto no explica la contradicción de un cristianismo sin iglesia, pero ayuda a entender el distanciamiento que tuvieron de su comunidad a partir de October. “Era como acerse de los moonies”, recuerda Larry, que fue el primero en salir de la comunidad. Le siguió Bono, pero para The Edge esto no era tan fácil. El guitarrista se plantea seriamente abandonar el grupo en la época de War (1982). Ya que para él, “era reconciliar dos cosas que parecían excluyentes”. The Edge aún confiesa a Bill Flanagan el año 95, en su libro At The End of The World que: “nunca resolvieron la contradicción, esa es la verdad, y probablemente nunca lo logremos”.

U2 ha vivido desde entonces al borde del abismo que separa lo profano de lo sagrado. Nadie negará que en esa delgada línea que divide el Cielo del Infierno, es imposible a veces no quemarse, pero hay pocos ejemplos de músicos contemporáneos que hayan logrado mantener su fe, sin ver su trabajo como una forma más de entretenimiento. The Edge decía en el año 95: “Supongo que hemos cambiado mucho de actitud desde entonces, pero la fe central y el espíritu de la banda sigue siendo el mismo”. Aunque cree que ahora tiene “cada vez menos paciencia con el legalismo”, lo que mira es “simplemente si vives una vida de fe”.

FUEGO INOLVIDABLE
Desde entonces es evidente que no han dejado de leer la Biblia. Sus citas se repiten una y otra vez a lo largo de sus canciones, pero a la vez han tomado un papel cada vez más claramente político. Comenzó con su oposición a lo violencia en Irlanda del Norte en War, pero continuó con un compromiso creciente con la lucha por la justicia social en el mundo.

Su álbum del año 84, The Unforgettable Fire, fue el primero que hicieron después de dejar la comunidad. Su tema sigue siendo la esperanza, el calor del hogar y el amor que se entrega, pero sobre todo resalta el impacto de otra forma de entender la fe, inspirados por el ejemplo de Martin Luther King. El titulo mismo viene de una exposición que vieron en el Museo de la Paz de Chicago, donde una serie de recuerdos de los supervivientes de Hiroshima acompañaba un homenaje a la figura de este pastor protestante. La canción que le dedicaron (MLK) cierra el disco de una forma similar a como lo hace el Salmo 40 en War. Es un tema intrigante, lleno de profunda tristeza al recordar su muerte, que contrasta con la celebración de su vida que hacen en Pride.

“Si voy a América y pongo la televisión”, dice Bono el año 87, “empiezo a sudar enormemente cuando veo a esos tipos que han convertido la fe en un negocio” . Cuando el cantante de U2 habla de los evangélicos norteamericanos, piensa en esos predicadores que pretenden hacer sanidades con una mano que parece salirse literalmente de la pantalla. “¡Es terrible!”, dice Bono, “soy cristiano, pero a veces me siento tan lejos del cristianismo”. Puesto que “el Jesucristo en que yo creo fue el hombre que tiró las mesas en el templo y echó a los que cambiaban el dinero, que eran como los televangelistas de hoy”. Es contra estos predicadores que habla Bono en el concierto grabado en la película Rattle and Hum, que “roban dinero al enfermo y al anciano”, ya que “al Dios en que yo creo, no le falta el dinero”, dice el cantante.

Si hay algo que te desarma siempre en las declaraciones de U2 es su honestidad. Bono se muestra a veces avergonzado por ser considerado un ejemplo de fe cristiana. Dice en una entrevista del año 88: “La razón por la que me atrae la luz de las Escrituras es porque muestra otro lado de mí que permanece oculto”. Aunque tiene grandes ideales y aspiraciones de paz, se siente capaz de la agresión más brutal. “Me gustaría poder vivir al nivel que exige el cristianismo, pero soy como un aficionado”, dice Bono.

Es por eso que la mejor declaración de fe que ha hecho U2 es tal vez su canción Todavía no he encontrado lo que busco. Este tema de The Joshua Tree (1987) es “una canción evangélica para un espíritu inquieto”, dice Bono. En él canta: “Rompiste los lazos / soltaste las cadenas / llevaste la cruz / y mi vergüenza / sabes que lo creo”. La redención, la expiación y la muerte vicaria de Cristo en una declaración teológica sin precedentes, llena de esperanza, en el espíritu de Filipenses 3:4-16. La fuerza escatológica de esta oración representa en ese sentido lo mejor del espíritu del gospel.




VANIDAD DE VANIDADES
Es cierto que mucha gente está cansada ya de oír a estrellas del rock hablar de los problemas de este mundo, mientras exhiben su estilo de vida millonario, haciéndose fotos con la gente más miserable de todo el planeta. La imagen que daba el grupo irlandés U2 a principios de los noventa producía esa impresión patética de tantos personajes de moda que se llenan la boca de discursos de justicia social, entre expresiones obscenas mientras exhiben su último modelo, en medio de los excesos del alcohol y las drogas. ¿Qué había quedado de aquellos chicos sanos de Dublín de los años ochenta, llenos de grandes ideales y fervor cristiano?

Bono, como suele decir la prensa, ha sido siempre un gran bocazas y sus declaraciones oscilan a menudo entre lo sublime y lo ridículo, en apenas una frase. Su lenguaje es tan sucio como el de la mayor parte de la gente hoy en día, aunque también es cierto que lleva más de un cuarto de siglo hablando de cosas de las que poca gente habla hoy en día. Ya que sus intereses no se limitan a la música, la sociedad o la política, sino a realidades espirituales trascendentes como el cielo o el infierno, ángeles y demonios, liberación y redención, gracia y paz. De hecho es raro el artículo o la entrevista que no mencione las palabras fe, mística o religión.

A mediados de los noventa U2 está ya cansado de jugar el papel de estrellas. Las promesas de fama y fortuna, que anuncian los placeres de este mundo, no esconden detrás del neón más que la medianoche. La verdad es que “hace frío afuera, aunque esté muy iluminado” (Zooropa). “El hombre construye una ciudad de bancos y catedrales” (Lemon), pero bajo sus calles está “la piel y los huesos de una ciudad sin alma” (The Wanderer). Bono ve la futilidad de una vida sin Dios en este tema llamado originalmente El Predicador (por estar basado en Eclesiastés), al que pone su voz en el disco el cantante evangélico Johnny Cash: “Salí allí fuera / en busca de experiencia / probar y tocar / y sentir lo más posible / que el hombre pueda / antes de arrepentirse”.

“Buscando salvar mi alma / buscando en lugares donde no crecen las flores / buscando llenar lo que Dios hizo completo” (Mofo). Aparece en Bono la nostalgia por la madre perdida a los 14 años (cuya búsqueda se mezcla con la de Dios ya en una de sus primeras canciones, I Will Follow). Está claro que está intentando encontrarse a sí mismo. En sus conciertos de Popmart, el cantante grita: “Fui buscando el espíritu y encontré alcohol; fui en busca del alma y compre algo de moda; quería encontrar a Dios, pero me vendieron religión”. Por lo que ¿dónde está Dios entonces? Si el cristianismo se ha comercializado y “han puesto a Jesús en la industria del espectáculo / ahora es difícil encontrar la puerta” (Si Dios enviaría sus ángeles). Pero hay hambre de eternidad en temas como Wake Up Dead Man.

¿QUÉ TIENE DE ASOMBROSA LA GRACIA?
El disco que abría este nuevo milenio, All That You Can´t Leave Behind (2000) anunciaba una vuelta a lo básico, regresando a la simplicidad de los orígenes en su gira Elevation. Su honestidad muestra de nuevo una vulnerabilidad desarmante. Se anuncia un nuevo día de esperanza (Beatiful Day) en este álbum, en cuya portada algunos ven incluso una referencia a Jeremías 33:3. Esa sed de trascendencia reaparece en la conversación con su amigo muerto, el cantante del grupo INX, que se suicidó (Stuck In A Moment). Busca la elevación de ese amor redentor, en un deseo de volver a casa en In A Little While, la canción que escuchaba Joey Ramone, al final de su lucha contra el cáncer. Por eso dice Bono que “la convirtió en una canción de gospel”.

La canción Gracia, que cierra el álbum, vuelve a ser una declaración de fe, al estilo de sus primeros discos: “Es el nombre de una chica / pero es también una idea que cambió el mundo”. Cuando a Bono le preguntaron en la BBC qué cantaría si se acabara el mundo, no dudó en contestar que el himno Sublime Gracia. La esperanza de Bono se basa en ese favor inmerecido de Dios. En el libro que ha publicado Michka Assayas de conversaciones con Bono, el cantante le explica la diferencia entre la gracia y el karma, la ley de causa y efecto que para él está “en el centro de todas las religiones”:

“Yo tendría problemas serios si el karma fuese finalmente mi juez, porque he hecho muchas estupideces. No es que excuse mis errores, pero yo me acojo a la Gracia. Me acojo a Jesús que tomó mis pecados sobre la Cruz. El sentido de la muerte de Cristo es que Cristo tomó los pecados del mundo, de forma que nuestra naturaleza pecadora no coseche la muerte obvia. No son nuestras buenas obras lo que nos abre las puertas del Cielo. El amor interrumpe las consecuencias de tus acciones. Lo que para mí, son realmente buenas noticias”.

José de Segovia Barrón es periodista, teólogo y pastor en Madrid

jueves, agosto 02, 2007

La fe de Van Gogh



A pesar de su corta vida y su iniciación tardía a la pintura, Vincent Van Gogh (1853-1890) hizo una obra muy fecunda. Los últimos dos meses antes de su suicidio, el artista hizo un cuadro cada día. El Museo Thyssen-Bornesmiza de Madrid ha reunido veinte de las setenta obras que hizo en el pequeño pueblo de Auvers-sur-Oise (Francia), antes de que se disparara un tiro en el pecho frente a un trigal. Sobre su enfermedad, se han propuesto muchas hipótesis (epilepsia, esquizofrenia, sífilis, alcoholismo, intoxicación por plomo), pero ¿qué hay acerca de su fe? Este hijo de un pastor protestante hizo profesión de fe cristiana en la Iglesia Reformada holandesa, sintiendo una vocación espiritual que le llevó incluso a trabajar como evangelista entre los mineros de carbón belgas. Su experiencia en el ministerio acabó sin embargo con una profunda crisis. ¿Qué ocurrió con su fe?

Van Gogh entró en una “gran noche”, que Paul Klee llamó su “tragedia ejemplar”. El culto a su genio y su locura hace que muchos hoy, vean su arte como fruto de un “martirio”, que relacionan con su educación protestante. Se ven así sus primeros años como marcados por una “luz oscura”, pero ¿cómo era en realidad el medio calvinista en que creció? Muchos se imaginan la disciplina estricta de una fe fundamentalista, pero la verdad es que su padre era un pastor reformado bastante liberal. Hablaba más de Cristo como ejemplo, que como sustituto del pecador. De hecho, su padre había sustituido la teología evangélica por un moralismo asfixiante.

El calvinismo ortodoxo siempre ha creído que el hombre no podía cumplir por si mismo la Ley de Dios, por lo que nuestra vida depende totalmente de la obediencia que Cristo ha mostrado en nuestro lugar. Mientras que el evangelio que el padre de Van Gogh predicaba era más bien la imitación de Cristo, que tanto ha atraído al catolicismo-romano. La diferencia no es una cuestión de matices. Lo que está en juego es el enorme abismo que existe entre la gracia y un moralismo evangélico. Para Van Gogh, el cristianismo consiste en un amor que Cristo despierta en nosotros, pero que nosotros debemos lograr con todos nuestros esfuerzos. No es extraño que sinceramente el artista pensara, que para su padre, él nunca llegó a dar la talla. Tal fe lo que pone en evidencia es todas nuestras faltas y contradicciones, pero no hay en ella ninguna buena noticia.

PREDICADOR DEL AMOR
A diferencia de otros artistas, Van Gogh leyó y escribió mucho. Apreciaba especialmente La vida de Jesús de Renan (1863). Este escritor francés describe a Cristo como un idealista sensible, un genio de la ética, que como héroe trágico inspira con su nobleza grandes obras. El pintor consigue este libro cuando está en




Londres en 1875, y escribe a su hermano Theo largas citas en sus cartas. Su pensamiento romántico busca entonces “el amor por el amor”, en la imposible tarea universal de “acabar con la vanalidad de la vida humana”. Es por eso que decide hacerse predicador...

Al prepararse para estudiar teología en Amsterdam en 1877 y 1878, su iniciación en el griego y el latín va acompañada de grandes ejercicios de ascetismo. Y como un nuevo San Francisco, el Van Gogh que va finalmente como misionero al Borinage, comparte sus posesiones con los “desechados de la tierra”. Su radicalidad le lleva a una crisis, por la que abandona finalmente el ministerio, y se entrega con igual fervor al arte. “Pintar es una fe”, le escribe a su hermano Theo, en su carta 493.

Predica así con imágenes, como el cuadro que hace tras la muerte de su padre. Muestra una gran Biblia, que recibió de él como herencia, abierta por Isaías 53, con el anuncio del Siervo sufriente del Señor. Todo el espacio en torno a ella está oscuro. La única vela que podría dar luz, está apagada. Lo que está iluminado es la portada de un libro que parece muy usado: La alegría de la vida de Emilio Zola. Su título llama a engaño, ya que trata en realidad de las miserias de la vida. ¿Qué quiere decir con esto? Que en la miseria de cada día, mostramos los hombres, la imagen del Siervo sufriente. La Biblia nos da así un ejemplo, que podemos entender mejor a la luz de Zola, que de cualquier escritor piadoso. ¡Es el Cristo de Renan, no el de los Evangelios!

EL CRISTO DE VAN GOGH
Van Gogh identifica así a Jesús con cualquier chica que conoce en un café, como hace en su particular visión del Ecce Homo (carta 533). Y el artista inicia de ese modo un particular Getsemaní, que recorre entre olivos, cipreses y campos encendidos de trigo. Es como si con él toda la tierra, la naturaleza y el cosmos, se presentará unida al varón de dolores. Sus amarillos se hacen así expresión de terror, pero también de consuelo. Esa luz solar se convierte de esta manera en un símbolo de comunión con un



amor cósmico. Es por eso que en La resurrección de Lázaro, la obra que basa en un boceto de Rembrandt, Cristo es sustituido por un destello de sol. No se trata de usar símbolos naturales como en el cristianismo primitivo, sino todo lo contrario: dar una luz de eternidad a una naturaleza hecha subjetiva. El arte se hace así religión.

Cristo es para Van Gogh, el más genial de los artistas, ya que “hace a la gente viva, inmortal” (cartas 635-636). Y hasta el final, Jesús sigue siendo su ejemplo, en su misión como artista. Pero no es nada más que eso, su ejemplo, en una vida sin Dios, buscando su salvación por su propio camino, “a través del dolor a la gloria”. Porque a pesar de la incomprensión que sufrió, él siempre creyó en su arte, que vio como un evangelio para la humanidad: “consuelo para las próximas generaciones”. Es esa confusión la que le lleva a escribir en una de sus cartas poco antes de su suicidio, que se veía a sí mismo “como un bonzo, un simple adorador del eterno Buda” (701). Pero incluso cuando habla en lenguaje cristiano su fe no es más que fe en sí mismo.

VIVIR COMO DIOSES
Y es así como muchos de nosotros queremos vivir todavía con nuestra capacidad creativa, como dioses, crear nuestra propia verdad, en nuestro propio “universo” personal “renacido”. De ese modo intentamos vivir y morir, creando nuestra propia existencia, aunque su final no nos lleve más que a una destrucción eterna. Y ¿no puede ese dios pedir a veces sacrificios humanos? Sí, por ejemplo cuando pierdes tu capacidad creativa. El suicidio se convierte así en tu último acto creativo. Esa es la tragedia de Van Gogh, pero una tragedia nada ejemplar. Es por eso que su mirada muestra la pasión de la desolación, del temor ante un vacío que le hace exclamar: “Cuando siento necesidad de religión, salgo por la noche y pinto las estrellas”...

No sé si Van Gogh descubrió que hay Alguien más allá de las estrellas, que nos comprende y nos ama, no por lo que nosotros hacemos, sino por lo que Cristo Jesús ha hecho por nosotros. Escondidos detrás de ese Sol de justicia, podemos vivir en la Luz. Pero si confiamos en nosotros mismos, en vez de su vida y su calor, recibiremos su luz cegadora, por lo que tendremos que vivir en terrible oscuridad. Nos da miedo ponernos ante esa Luz que todo lo pone en evidencia. Pero no hay mayor consuelo que encontrar refugio a la sombra del Hijo de la Luz.

José de Segovia Barrón es periodista, teólogo y pastor en Madrid